LO SEGURO SOS VOS Y EL INEXORABLE QUE CORRE… O EL TIEMPO EXISTE A PARTIR DE NOSOTROS



Y entonces te vi; en los ojos rodeados de auroras grises, el maquillaje definía un cero rodeado de absolutos, sentada ante el ordenador, bajo le delgada franela de una pijama verde claro. La piel ennegrecida por las sombras de la estancia, su dulce color caoba imbricado con la luna que entraba a través de la celosía, la ventana que abría los ojos hacia la superficie astral de un cuerpo... su picardía, el vino carmenere en su escancia.

Aquí están los presentes, las sombras que por dudosa monotonía resbalan en el borde de la estancia; duplicado, certero, auguran quizás un amor de términos finitos y libres. El diálogo, quizá demuestre la tesitura de la interpenetración de las almas-cuerpo entregadas al otro o poseyendo al otro.
La boca como abertura al uno y al otro, exhalan el antiguo almíbar de una dulce y lejana melodía de carnosidades entreabiertas; nadie sabe que es eso, si se pueden sentir como tacto infinito a la música o al cuerpo desnudo de los amantes. Estás allí, a un borde contiguo de mis ojos y estoy aquí a un borde contiguo de los tuyos; la saliva, el sudor, la palpitación encuentran su certera agonía, el tiempo empieza desde ti y hacia mi termina. El regreso de la mar ignota, de la superficie en ansias de sucumbir, de dejar de ser uno mismo para fundirse en esa tercera entidad que es la pareja, por el tiempo que nos de la energía de las eras perdidas. Por el tiempo que nos da la entretejida colmena de los tiempos que nunca fenecen en la cotidiana carrera hacia la muerte. Y dejamos de creernos mortales porque morimos en el otro.
Queda en el suelo la pijama verde, queda en el suelo el resto de prendas, queda también las penas, los recuerdos de otros, la cicatrices hasta ahora mal cerradas empiezan de nuevo a sangrar y estás allí al borde de mi boca, al borde de la tuya estoy queriendo penetrar la cálida y gélida agonía del amor entre individuos, absolutamente separados y que el cerebro propio les engaña para creerse en la unión de uno solo, un cuerpo de cuatro manos y cuatro piernas, de dos cabezas, sin comienzo ni término, rodando entre los límites de un rectángulo de 2.2 x 1.4 metros según los físicos o los carpinteros. Son más de 20 minutos de un tiempo horizontal con sentido o son el ciclo de las eras que vuelve a repetirse, es la primavera del cuerpo y de las alas del alma, circunscritas a ti y a mí, que ya no tendrán recuerdos que borrar, porque el silencio, los jadeos, las palabras, las promesas de amor eterno se vuelven vigentes en la aurora, en la nocturnidad de un día perdido entre los días.
Establecer la posición, el ajuste, la posesión, el poseído, el poseso, la poseída, la posesa, la blanca energía circulando de plasma, llevándonos adonde quizás revienta la luz, el cielo, la salvaje carrera de dos potros.
Como descubrir esa superficie, ese silencio fatuo, esa desnudez de vidas perdidas, con pasado y presente preterido, finado y porvenir en entredicho, “porque lo seguro sos vos amada mía”, entre mis abrazos profundos.

OMARKAYAN

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