El socialismo al borde del precipicio

02 Abr 2008

La primera tarea para analizar Cuba hoy, es despojarse de todas las capas de prejuicios creados por décadas de propaganda negra, y restaurar el sentido común en torno al tema.

Con la apertura del turismo en los 90, millones de turistas viajaron a la isla para ver con sus propios ojos la isla mitológica de Fidel y el Che, el último vestigio museológico de “socialismo real”. Salvo para los ojos de los militantes enamorados de la revolución, el panorama era patético: La Habana parecía una ciudad bombardeada, el atraso tecnológico era patente, y los cubanos sufrían un “apartheid” económico con la prohibición de circular por ciertas áreas. Casi no circulaban vehículos y las tiendas estaban vacías. Cundía la desesperanza y el hambre. Para colmo, la revolución que décadas atrás había expulsado al dominio norteamericano que explotaba la isla como garito y prostíbulo, había alumbrado un nuevo burdel: miles de “jineteras” vagaban por las calles a la caza de turistas ofreciendo su cuerpo por pocos dólares, por un plato de comida o por una baratija.

¿Cómo se había llegado a semejante catástrofe?

En pocas palabras, se combinaron varios reveses inéditos: con la caída del muro en 1989, se inauguró el derrumbe de los países del Este europeo, el llamado “bloque socialista”. La disolución de la URSS dejó a Cuba sin su principal aliado político y económico. De la noche a la manana se interrumpió el 75 por cierto del comercio exterior, incluidos suministros vitales como petróleo, alimentos y tecnología. Se paró el transporte y la producción por falta de combustible, y sectores enteros de las plantas industriales quedaron obsoletos por la falta de piezas de repuesto e insumos vitales. El PBI se redujo en un 35 por ciento. Fue una situación que los cubanos llamaron "el doble bloqueo": embargados por EE.UU. y aislados repentinamente de sus socios comerciales. Cuba quedó sola en el mundo.

Para colmo, el desarrollo industrial de tres décadas bajo la revolución no había sido significativo. El país era extremadamente dependiente de las importaciones de la URSS. Y el bloqueo norteamericano, que se había iniciado apenas la revolución comenzó a andar, tenía un costo altísimo para la economía.

Sin embargo, la vida antes del colapso era bastante diferente: “Yo ganaba 141 pesos como taxista, y pese que eran equivalentes a sólo 5 dólares, y mantenia una familia” (Tomas, La Habana)

Cuba debió reconvertir su economía en pocos años y partiendo de un capital inicial bajísimo. El peor momento no fue el 90, cuando se anunció el inicio del llamado “Periodo Especial”, sino tres o cuatro años después, cuando se acabaron las reservas y el nuevo modelo orientado hacia el turismo aún no había dado sus frutos.

“Era desesperante: el transporte público casi desapareció y las colas para abordar una guagua eran enormes. No había luz y los alimentos estaban perdidos. Imagínate que volvías de trabajar y te encontrabas en tu casa, sin luz y sin comida, agobiado por el calor y los mosquitos. Hubo gente que se ahorcó” (Mariela, de La Habana).

¿Cómo sobrevivió Cuba a semejante colapso? Es difícil imaginarlo. Casi 20 años después las dificultades son aún importantes, y no se ha logrado restablecer la calidad de vida de que gozaban los isleños antes de la catástrofe. Pero el país respira otra vez vitalidad y energía. Año tras año las mejoras son palpables y evidentes.

Ahora un clima de debate público ilumina el futuro: el Gobierno insta a los ciudadanos a tomar el poder en cada centro de trabajo, a “trabajar duro” y cuestionar “todo lo que hacemos para mejorarlo”, a luchar contra la corrupción y la burocracia. En 2004 el entonces presidente Fidel Castro lanzó la “batalla de las ideas”, un proceso orientado a estimular la participación ciudadana en la resolución de los problemas. En 2007 su hermano Raúl, a cargo provisionalmente del poder, inició una ronda de consultas transversales entre la ciudadanía para recoger propuestas de reformas económicas. Hoy el Gobierno analiza un millar de ideas elevadas desde la base. El debate podría resumirse en una frase: “Lo peor ya ha pasado. Cómo seguimos?”

Comentarios