Investidura de Joan Manuel Serrat doctor honoris causa


yasminvc@hotmail.com
Investidura de Joan Manuel Serrat doctor honoris causa
Paraninfo de San Bernardo
15 de marzo de 2006



Sr. Presidente del Congreso de los Diputados,
Sra. Presidenta de la Comunidad de Madrid,
Sra. Ministra de Educación y Ciencia,
Sr. Ministro de Industria, Turismo y Comercio,
Sr. Ex Presidente del Gobierno D. Felipe González
Dña. Sonsoles Espinosa,
Sra. Vicepresidenta del Congreso,
Sres Diputados y Senadores,
Magnífico Rector de la Universidad de Lleida, Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Públicas Catalanas,
Claustro de Profesores, estudiantes, personal de administración y servicios,
Autoridades Políticas, personalidades del mundo de las letras y las artes,
Amigos todos:

El primer doctorado honoris causa al que me correspondió como Rector investir fue Tàpies, un catalán, un español universal. Hoy tenemos otro catalán, otro español universal. Dije entonces que nunca pensé, que nunca soñé que daría un abrazo a Tàpies. Hoy digo lo mismo, nunca soñé que pudiera dar un abrazo a Serrat.

Hace unos días, con motivo de la investidura en este mismo lugar del escritor Claudio Magris como doctor honoris causa por la Universidad Complutense, otro autor, Enrique Vila-Matas, escribió poco después que la ceremonia a la que había asistido le había maravillado tanto que ya no querría asistir nunca a ninguna otra. Decía: “Es como si Víctor Hugo me hubiera dado un beso en la frente”. Sin duda, hoy le hubiera gustado también estar aquí y se hubiera llevado otro beso en la frente de Víctor Hugo. La solemnidad, el colorido de birretes y mucetas y la personalidad del investido le habían dejado impresionado. Así ocurre hoy con Serrat. He estado catorce años de decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, llevo algo más de dos años de rector, he asistido a muchas investiduras de Doctor Honoris Causa, pero nunca he asistido a una ceremonia donde los aplausos hayan sido tantos y tan prolongados como los de hoy.


No por la solemnidad, sino por su significado, me gustaría que para Joan Manuel Serrat este acto tuviese también un sentido especial y ocupase un lugar destacado en la mochila de su memoria. En mi caso estoy convencido de que va a ser así. Es mucha la ilusión que me hace compartir este emocionante momento con alguien que me ha acompañado –me atrevo a decir, nos ha acompañado- durante tanto tiempo, porque con él hemos crecido, con él hemos vivido, con él seguimos viviendo. Y desde hace mucho ha contribuido de forma decisiva a moldear la percepción de sensaciones, nuestra vida emocional y nuestros sentimientos.


Él estuvo con nosotros en el despertar. En nuestro despertar como jóvenes adolescentes; en nuestro despertar como jóvenes universitarios en la lucha y defensa de la libertad de este país. Y en la dictadura, que fundamentalmente se basa en el terror y en el horror. Hay también algo que es fundamental resaltar. La dictadura supone una gran asfixia; una asfixia intelectual, una propaganda infame de un discurso único. Pero hay en esa dictadura áreas y esferas para la libertad: hay algunos cines, algunos libros prohibidos que comprábamos en las librerías, en los cuartos de atrás; libros que venían de Francia, ciertas obras de teatro, asambleas universitarias, discusiones con los amigos... Y esas áreas de libertad nos suponían el poder respirar, respirar ese aire que hacía que pudiéramos sobrevivir sin esa asfixia que las dictaduras representan. Y en ese aire fresco que entraba por las ventanas y que nos permitía sobrevivir estaba Serrat, estaba la nova canço, estaban todos aquellos artistas comprometidos y gracias a Serrat pudimos sobrevivir y por eso nuestro despertar ha sido también nuestro crecimiento como adultos.


Les aseguro que es motivo de verdadera satisfacción ver realizado el sueño de contar con Joan Manuel Serrat formando parte del claustro de profesores de esta universidad. Una investidura que propuse al Consejo de Gobierno y que me proporciona en estos momentos la alegría de ser, como rector, quien le haya impuesto el birrete de doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid, convirtiéndonos así en la primera universidad española que le otorga esta más que merecida distinción. En la concesión de este reconocimiento honorífico se ha tenido en cuenta la contribución de Serrat a la difusión de la poesía española y latinoamericana, su labor en favor de la convivencia de las lenguas castellana y catalana, su creatividad musical y artística, su impulso y desarrollo de la música de autor y su gran influencia social y cultural.


Joan Manuel Serrat es una persona amable y generosa, que celebra la vida brindando por las “pequeñas cosas”, que normalmente son las que más necesitamos. Evoca aquello que ama, lo que no quiere perder, sus sueños. Y cuando escribe sus canciones canta las cosas sencillas: la naturaleza, el amor, la vejez, el sentido de la vida, los recuerdos, algunos nombres de mujer… Sólo que Serrat canta esas cosas como nadie lo ha hecho. Y por eso hoy le festejamos aquí con este acto en el que rendimos tributo a su larga trayectoria de compositor, juglar y poeta que ha hecho de él un cantautor más conocido y admirado internacionalmente.


El noi del Poble Sec conoció pronto el éxito. Iba para perito agrícola y después para biólogo tras haber aprendido el oficio de sexador de aves. También soñaba con ser central del Barça, pero afortunadamente eligió dedicarse a la canción y seguramente fue una satisfacción para el Real Madrid. Digo afortunadamente, aunque no sabemos lo que nos habría deparado en esos otros oficios. El de perito agrícola creo que lo ha retomado y trabaja con la ilusión del alquimista en la búsqueda de un gran vino. Y es que, en mi opinión, Serrat siente un gran apego a la tierra, a la tierra que le vio nacer, a la tierra en la que hunde sus raíces para cantar sobre ella la canción universal… para cantar también al mar y a esas buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan.


Serrat ha sabido transitar la vida con naturalidad, desde el barrio obrero de Barcelona hasta las más altas cotas de popularidad. Él es seguramente nuestra voz más universal... va más allá de nuestras fronteras. En países como México, Chile, Argentina o Cuba es considerado mucho más que un cantante, mucho más que un músico o más que un poeta, es un mito. Ha sabido recoger la admiración y el cariño de todos. Sin embargo, cuando tanto han cambiado las cosas, los horizontes, las aspiraciones y hasta el clima, curiosamente el único que parece no haber cambiado es Serrat. ¡Algunos años más!, dirá, y algún que otro contratiempo… pero sus amigos siguen viendo en él aquel chico modesto, simpático y buena persona de sus comienzos.

Triunfó rápidamente en la Nova Canço y ha sobrepasado sin límites el área estricta de la lengua catalana, lengua que desde aquí reivindico como patrimonio común español y a la que debemos reconocer sus múltiples aportaciones culturales. En aquél movimiento de la Canço Serrat destacó enseguida, porque cantaba lo que la gente esperaba oír conmoviendo con aparente facilidad sus sentimientos. Como dice Maruja Torres, «era un poeta de la calle, que a veces te ponía los pelos de punta con sus deslumbrantes metáforas. Y era también un chico guapo, con pinta de indefenso, que encima de un escenario se te comía el corazón».
Su inteligencia y naturalidad le han permitido plasmar en su obra la riqueza del bilingüismo. Recibe el catalán de su padre, el castellano de su madre, y no renuncia a ninguno de los dos. Con ambos Serrat abraza con su canto a todo el universo, grandeza que le hace ser el más reconocido no solo por su popularidad, también por la hondura de su contenido. En Latinoamérica, como dice Eduardo Galeano, a Serrat hasta las piedras lo tararean.

Ha grabado más de 400 temas y son muchas las personas que sin tener ningún disco suyo ni haber ido a ningún concierto conocen sus canciones. Es como si flotaran en el aire y de ahí las aprendieran. Y es así porque ha sabido cantar como nadie las cosas que a todos nos afectan. Y quizá también se deba a que, como dice Juan Marsé, «las canciones de Serrat son, sobre cualquier otra consideración, formas de felicidad».


Una felicidad comprometida con la dignidad y con la libertad, por cuya defensa a ultranza ha sufrido la censura, el veto y el exilio en nuestro suelo, y por las que ha luchado más allá de nuestras fronteras, como bien saben los países hermanos de Chile o Argentina. Su compromiso, sin embargo, va más allá. «En América Latina –nos recuerda Mario Benedetti- y sobre todo en los países del Cono Sur, es un artista muy admirado y querido. No sólo por su labor artística, sino también por su calidad humana, traducida en numerosas muestras de solidaridad y en los riesgos asumidos con tales actitudes. Nunca nos ha defraudado en su arte. Serrat es original, comunicativo, sincero y riguroso».


Precisamente de la mano de Benedetti puso en circulación un disco, “El sur también existe”, del que como persona preocupada por los temas de la desigualdad y el subdesarrollo le estoy muy agradecido.


No es el único, por supuesto, incluso otros me resultan más próximos y cercanos. ¿Hace falta enumerarlos? ¡Son tantos!: “Manuel”, aquella balada triste del jornalero que nada tiene y nació en España; “El titiritero”, que canta su romanza, al son de una danza; el inolvidable “Poema de amor”,


O “Una guitarra”, aquella que le regalaron a los dieciséis años y juntos crecieron. Y cómo no, “Ara que tinc vint anys”, pletórica de fuerza y alegría; “Paraules de amor”, todo un himno en nuestro país y América Latina; “Tu nombre me sabe a yerba”, canción que llevamos en el corazón; la melancólica “Balada de otoño” y, por supuesto “Cantares”, disco que abrió la puerta a la popularización del gran Antonio Machado y sus poemas: “Guitarra del mesón”, “Las moscas”, “Españolito”, en tantas y tantas ocasiones evocado, o “A un olmo seco”. Machado es un estandarte que siguen todos aquellos que se baten por un mundo mejor, y Serrat su mejor amparo y promotor.


¿Y qué decir de “Mediterráneo”?, un éxito resonante que se mantiene vivo en el tiempo. ¿O del disco con poemas de Miguel Hernández? Sus canciones “Para la libertad”, “El niño yuntero”, “Nanas de la cebolla” o “Llegó con tres heridas” popularizan y evocan al poeta de Orihuela, que dio con sus huesos en la cárcel, donde acabó con él la tuberculosis.


Son tantos los temas y canciones que ustedes disculparán que no mencione todas. Además, seguro que cada uno tiene sus letras preferidas.


Tengo que agradecer al profesor Emilio Casares la laudatio que ha realizado, darle la enhorabuena y felicitarle por la magnífica lección que nos ha impartido. Mi gratitud hacia Emilio Casares también por la labor que está haciendo al frente del Instituto de Ciencias Musicales de esta Universidad, donde está recuperando letras de muchísima música española pasada. Mi gratitud también a las decanas de la Facultad de Filología y de Geografía e Historia. Y quiero decirle a Serrat que esta Universidad Complutense que le acoge es una Universidad siete veces centenaria. Es una universidad antigua que mantiene tradiciones, pero es sobre todo una universidad moderna, una universidad viva, una universidad innovadora y una universidad puntera en investigación. Siglos de generar conocimientos, de transmitir esos mismos conocimientos. Esta universidad tiene muchas luces, y tiene también algunas sombras. No sólo es una gran universidad en cuanto que imparte conocimientos, desarrolla investigación y realiza actividades culturales, sino que también es una universidad en la que muchos de sus miembros se han comprometido con lo mismo que se compromete Serrat: con la igualdad, la libertad y la justicia. Ya en la dictadura de Primo de Rivera profesores y estudiantes se revelaron contra ella y profesores de esta universidad desempeñaron un papel importante en la llegada de la Segunda República, de la que ahora que celebramos su 75 aniversario. Esta universidad fue castigada con la victoria de los insurgentes en la Guerra Civil y muchos profesores marcharon al exilio exterior y otros se quedaron en el exilio interior.


Hemos hecho hace poco un homenaje a Lázaro Cárdenas porque acogió a bastantes profesores nuestros, y esta universidad, que perdió lo mejor de aquél momento lo ha ido recuperando con el paso de los años y de los tiempos. Ya en el año 47 un pequeño puñado de estudiantes lanzaba panfletos y escribía en nuestras paredes -todavía queda reflejado en la Facultad de Filología y Filosofía- a favor de la libertad. Fueron detenidos entre ellos Nicolás Sánchez Albornoz, gran historiador; un novelista como Lamana, que acaba de reeditar su obra Los otros hombres. Ambos fueron penalizados con otros en consejos de guerra y algunos escaparon de Cuelgamuros. Empezó entonces la rebelión contra la dictadura en años que había que ser valiente y gallardo para levantarse. Esta universidad acaba de conmemorar los 50 años del 56, en el que se produjo un importante movimiento estudiantil que acabó con el ministro de Educación y Ciencia, con el rector de esta universidad, Pedro Laín Entralgo, y con el rector de la Universidad de Salamanca, Tovar, que quisieron pero no pudieron liberalizar esta institución. Es la universidad de los años 60, esa universidad en la que crecimos con Serrat, la universidad de las luchas estudiantiles. En esta Universidad y en la Universidad de Barcelona se crearon los primeros sindicatos democráticos de estudiantes. Cuando no había democracia, cuando no había sindicatos. Esta Universidad ha pagado también el tributo porque muchos estudiantes han muerto en el proceso de la Transición; ha pagado también el tributo de las víctimas del 11 de marzo, pero esta universidad ha visto asimismo cómo sus profesores, su personal de administración y servicios, sus estudiantes salían a la calle para gritar “no” a la guerra y para gritar también en la calle “Nunca mais” . Es la Universidad del compromiso, es la universidad de la libertad, es la universidad de la justicia. A esta Universidad se incorpora hoy Serrat, porque como dice una gran cita de Menuhi en una magnífica exposición de Sofía Gandarias, “No puede haber un arte que pueda estar conforme con el hambre, las bombas y la tortura”. La Universidad tampoco.


Muchas gracias.


Carlos Berzosa Alonso-Martínez
Rector de la Universidad Complutense de Madrid

Comentarios