Julio Cortázar el niño grande de la novela urbana en el exilio, el connotado escritor que fue defensor de causas sociales, que tomó partido al lado de la revolución cubana, que junto con otros de los intelectuales universales, como Jean Paul Sartre cofundaron el Tribunal Russel, para juzgar la intervención de las potencias en los paises de la periferia de la economía del intercambio desigual. Escribió a raiz de la muerte en oprobio asesinato de Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che, un poema de factura formidable, porque en él , como en mucha de la literatura que como río ha venido brotando desde la fecha luctuosa, desde la comercial que apela a la imagen del revolucionario como Logo, que lo explota como imagen de un santoral imposible para la clase media y los intelectuales comprometidos, desde hace ya 41 años en La Higuera Bolivia, adonde fue llevado y exhibido en una lavandería, donde abrio los ojos y en un rictus del rostro, los campesinos de la zona lo adoptaron como santo, a quien le rezan y le piden que obre sobre ellos y les cambie la suerte, que alivie el sufrimiento de los desposeídos, en la mil y una formas de trasmutación de un mito, tuvo que crecer desde la quebrada del Yuro, donde fue detenido por los Ranger americanos y los reclutas del ejército Boliviano, porque la metralleta se habia atascado y había quedado inservible, porque mil cosas conducen a la poesía de remedo, aquella que nos exculpa, porque tuvimos un hermano que combatía por nosotros:
Yo tuve un hermano.
No nos vimos nunca
pero no importaba.
Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.
No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.
Julio Cortázar
Ese hermano nuestro en la Higuera es venerado como santo, el documental basado en la época post-asesinato del Che nos deja fríos:
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