A LOS JUBILABLES Y/O JUBILADOS




La vida empieza en la jubilación (A un amigo a punto de jubilarse)
Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)


Quizá suene a disparate, pero, tal como está montada, más disparatadas son las condiciones de la vida occidental. Parto de la idea de que hasta que el individuo no se aparta de la vida social “obligatoria” o no es apartado de ella por quien desde la dimensión laboral domina su vida o tiene recursos suficientes para vivir sin dependencia, no puede ser siquiera medianamente feliz ni dueño de su persona: todo depende mucho más de terceros que de sí mismo.


Hasta los 20 años la persona debiera estar preparándose para "la vida". A partir de ahí el Estado asignaría a todos los individuos que constituyen su población "natural" los recursos básicos para vivir independientes si así lo deseaban, o asociados a otros. Cada cual, a partir de entonces, es decir, de esa entrada en la "vida real", debiera prestar, fuere cual fuere su edad, un servicio social según sus aptitudes aparte de cuidarse de la prole. Los padres y las madres debieran ser los encargados de la preparación principal de sus vástagos, y los maestros completar la formación de manera suplementaria.


No hay caso para suponer que el individuo sano no tuviese esa disposición. No hay vagos naturales. Toda persona que no está enferma ha de sentir la necesidad de estar activa y ser útil para otros además de cuidarse de sí misma. El egoísmo no es natural. Es consecuencia de la culturización y de los innumerables maquillajes a que la psique del individuo está sometida. La religión le manipula (no vale la pena siquiera mencionar en este aspecto la política), las especialidades profesionales de toda clase le deforman, la economía, tal como está concebida y ejercida, le privilegia, le sobrecoge o le posterga. La propia Cultura en sí le convierte en un ser ficticio y alejado irrecuperablemente de la Naturaleza. De aquí, de todo eso en su conjunto, procede la situación planetaria en que se encuentra la humanidad abocada a diezmarse por distintas vías de manera progresiva y galopante.


El individuo no es feliz ni puede serlo así. Ni siquiera siente el reflejo de la felicidad. Y no por haber sido expulsado del paraíso terrenal, sino porque magos, sibilas y puñados de individuos sin escrúpulo y antinaturales se apoderan en cada época de las grandes masas de población. El occidental dependiente vive trastornado mentalmente. Si la máxima clásica, cognoscete ipsum (conócete a ti mismo) es un precepto pero también un desafío de titanes para quien se encuentra en condiciones normales, ¿quién, sujeto a la voluntad ajena, podrá conseguir una milésima posibilidad de conocerse?


La sociedad -sobre todo la occidental- vive hipotecada, literal y emocionalmente. Lo que llama "vida" ya no es un sueño calderoniano, es un estado de aturdimiento y de enajenación permanentes que va en aumento a medida que el progreso material se pavonea de sus logros efímeros.


La solución y la salvación están en hacer de cada país un hormiguero o una colmena de seres activos y útiles unos para otros. Desde la independencia individual puesta al servicio del provecho colectivo sólo es posible una sociedad "feliz". Teniendo en cuenta, además, que de ese provecho a su vez cada individuo se ha de beneficiar. Cada intermediario en todas las estructuras es un obstáculo. Intermediarios que nos interpretan todo cuanto el sentido natural y el sentido común nos permitiría fácilmente comprender por nosotros mismos. Los políticos tienen la misión de procurar la felicidad del ciudadano, o eso dicen de uno u otro modo las Constituciones. Pero lejos de cumplirla, son en buena parte responsables de todo lo contrario. La superestructura económica y la religiosa, completan el cuadro de una sociedad en el fondo constantemente preocupada.


La mayor aproximación a lo que se entiende tradicionalmente por felicidad sólo se alcanza con el equilibrio entre los tres componentes que constituyen el eje de la personalidad: mente, cuerpo y espíritu. Y eso sólo es posible con la absoluta independencia económica o en la jubilación.


No obstante, ¿te sientes suficientemente satisfecho? No hagas caso de lo que acabo de decir. El consuelo sólo actúa sobre el desgraciado, el despreciado, el perseguido y el decadente. ¿Podrías decir que de estas cuatro clases o estados biológicos no está compuesta la inmensa mayoría de la población de este país y del mundo entero?

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