Hubo grandes cosas que se quedaron en la mesa de la cirugía, la posibilidad de escribir de seguido, dominar el pulgar para matar el telefono a punta de mensajes signficativos para el pocholo, pero ahí estas, documentando el regreso, desconociendo a unos y aplaudiendos a los semáforos celestes, a tu amanecer sin pena, entre la bruma consecuencia de morir junto al fonografo y oir una vieja canción de Carlos Puebla y sus Tradicionales.
Cómo no admirar a la flaca que te guía y controla, cómo no esperar que un electrodo resuelva el temblor menudo de la carne, cuando se sacude el jibe... Estas allí, sin barba, afeitado en la cabeza y desposeído de orgullo, como esperando a crecer de nuevo, entre los brazos de aquella. O de aquesta soledad de pibe envericuetado en los laberintos de la vida.
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